La picaresca y alegre música parrandera



La música con aroma a diciembre, picaresca, de doble sentido y hasta maliciosa, ha motivado la alegría en las diferentes clases sociales del país, quienes en un comienzo se resistieron a abrirles paso a los ritmos caribeños. “No denigra de las mujeres ni incita al sexo, como lo es hoy en día en reguetón”.


La frialdad de Bogotá fue asaltada a finales de los años 30, por la primera música bailable decembrina. La canción ‘24 de diciembre’, compuesta por Francisco ‘el Mono’ González, se constituyó en un éxito en Colombia, luego de haber sido adaptada con mariachis en México. La simpatía y aceptación de los colombianos hacia los ritmos que aparentemente venían del extranjero, fue revalidada poco después, cuando los argentinos se interesaron en los porros del maestro ‘Lucho’ Bermúdez.  

La música parrandera ha sobrevivido a generaciones, modas, tendencias, y se ha abierto espacio en diferentes clases sociales, pese a la inicial resistencia, toda vez que el porro, la cumbia, el mapalé, el fandango, entre otros ritmos, eran considerados música de negros; además, en Bogotá, entonces referente musical de Antioquia, imperaba la tranquilidad. “Fue cuando el maestro Emilio Sierra hizo la siguiente reflexión; ‘Bogotá necesita algo más alegre, no tan cálido como la música costeña, ni tan fría como la que hasta ahora se ha hecho, con pasillos, valses, danzas, guabinas, polca, pasodobles, contradanza”, cita Alberto Burgos Herrera en el libro ‘La música parrandera paisa’.




Es cuando irrumpe la llamada ‘rumba criolla’, con el maestro Sierra Baquero, y el animoso ‘que vivan los novios’. La influencia de la capital de la República se volvió a sentir en el Valle de Aburrá, toda vez que, “todo lo que se hacía en Bogotá, inmediatamente era tomado por la aristocracia paisa”, apunta Burgos Herrera, y complementa, “porque la sociedad antioqueña se creía blanca y solo danzaba lo heredado de los invasores españoles”.  

Es por ello que ignoraron al primer ‘Rey de la parranda’, Guillermo Buitrago y sus Muchachos, un grupo costeño que se dio a conocer mucho antes de que ‘el Mono’ González’ lanzara al mercado la picaresca y maliciosa canción ‘Mándame aguinaldo’. Guiados por lo que sonaba en Bogotá y las canciones con ritmos extranjeros, los antioqueños le abrieron progresivamente paso al ‘Grillo’, Antonio Posada y su grupo ‘Los Tumaqueños’; como también a Alfonso Muriel, Vega del Río, Alejandro Sarrazola, Carlos Muñoz, Arturo Ruiz del Castillo, entre otros. Y así, fueron surgiendo los “genios” que componían canciones con doble sentido, y “con aroma a diciembre, a pesebre, a feria popular”.  

Canciones que han resistido desde el vinilo, pasando por el elepé, el casete, el cd, hasta la era digital. Así se recuerda que, ‘Se fue la luz’, interpretada por Luis Carlos Jaramillo, fue censurada hace algo más de 30 años, pese a que el contenido no incita al sexo ni agravia a las mujeres. Justamente, fue esa una inquebrantable regla del creador de Discos Victoria, Otoniel Cardona. “A él nunca le gustaron los contenidos vulgares”, sostiene su nieto Julián Quintero, gerente de dicha casa disquera.

Las composiciones parranderas, interpretativas o con doble sentido, hacen parte del “‘rigambre’ campesino, y nunca intentan molestar al género femenino o masculino”, asegura Nelson Moreno Holguín, locutor de RCN y voz autorizada de la música que él clasifica, “con aroma a diciembre, a pesebre y a feria popular”.  




De esa manera, se citan a Los hermanos Bedoya: Joaquín, Agustín y José; a Gildardo Montoya, José Muñoz y a Darío Gómez, como los que continuaron el legado de las canciones parranderas, que suenan sin restricciones y son pedidas repetidamente en las emisoras del Valle del Cauca y del Eje Cafetero, “más que en Antioquia, que es la cepa de esta parranda”, afirma Moreno Holguín.

Tan amplia ha sido la creatividad de los compositores del género parrandero, que el tono picaresco lo dejaban a la imaginación o para ser complementado por los oyentes. “Estos artistas tenían un estilo muy particular; eran genios, no tenían que rayar con lo vulgar para hablar de algo con doble sentido”, manifiesta Julián Quintero. Al tiempo, Moreno Holguín coincide en que han sido “genios”.

“La dulce toma”, un clásico de Joaquín Bedoya, es una de las canciones que aún luego de cerca de 40 años, la gente llama a programar a las emisoras. “También pongo canciones de Gildardo Montoya grabadas hace 30 años, y a la gente le encantan. Llaman hombres y mujeres. Son canciones guitarreadas, que incitan a bailar, obviamente con el picaresco típico de los paisas”, comenta Moreno Holguín.  




Lejos están las canciones parranderas de generar una mala influencia social, “como es hoy en día el reguetón, que denigra de las mujeres e incita al sexo”, apunta Quintero. Por ello, conservan fieles a un gran público, que en lugar de ruborizarse, han recibido durante décadas con gracia y alegría las citadas composiciones, con aroma a diciembre, y que motivan a parrandear.

Comentarios